#ANTE EL ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS, DUBLÍN 2018 Joseph Kurtz, de Louisville; Bernardito Auza, nuncio del Papa en la ONU; Charles J. Chaput, de Filadelfia; y Jean Laffitte, secretario del pontificio consejo de la familia, me aclaran en persona algunas cuestiones sobre la tergiversación que parte del colectivo LGBTI hace acerca de la postura de la iglesia ante la conducta homosexual y la ideología de género. Por Jordi Picazo PUBLICADO EN FORUM LIBERTAS A 12 septiembre, 2015 21 diciembre, 2015 http://www.forumlibertas.com/hemeroteca/cuatro-obispos-responden-a-las-presiones-del-homosexualismo-politico-ante-la-visita-de-francisco-a-estados-unidos/ Estas entrevistas las hice en el marco del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia con Francisco, 2015. Nunca se había utilizado el discurso de un Papa para defender la normalidad de la conducta homosexual y demandar a la iglesia que admita su práctica. La visita del Papa Francisco acontecerá poco después que Sarah Kate Ellis, presidente de Alianza Gay y Lésbica contra la difamación (GLAAD, por sus siglas en ingles), juntamente con Marianne Duddy-Burke, gerente de Dignity USA, con la adhesión de 29 personas y organizaciones mandaran una carta al Pontífice en julio. Comparten con el Papa su angustia por las personas LGBT, algunas de ellas católicas, que se enfrentan a una “necesidad imperante de atención pastoral” para alcanzar una “sanación y reconciliación grandes”. La carta refleja la preocupación por la discrepancia entre el apoyo de la comunidad católica a la comunidad LGBT y los sentimientos y directrices dañinas de la jerarquía eclesiástica. "¿Quién soy yo para juzgar?" Para Ross Murray, Project Manager de GLAAD todo empezó con la mundialmente famosa frase “¿quién soy yo para juzgar?”, de Francisco, tras la cual mucha gente “conectó”, comenta Murray, “con el papado. Sin embargo, hasta que los feligreses sientan a diario que esta frase ha impactado tangiblemente en la vida cotidiana, las palabras del Papa tendrán poca relevancia”. Murray, ha escrito recientemente un artículo sobre la visita del Papa a Filadelfia. Se lamenta Murray de que, aun cuando se hablará de esta comunidad dentro de la iglesia católica americana, “no transcenderá lo que pueda decirse, especialmente si se considera la sesión titulada ‘Redefiniendo el matrimonio: ¿es realmente lo que decimos que es?’ y ‘¿Libres para ser fieles? La libertad religiosa y la Familia’. El único ponente abiertamente gay es Ron Belgau, un católico Gay soltero que defenderá, junto a su madre, que el celibato es la única opción para la gente LGBT”. Y se pregunta “si el Papa y los líderes de la iglesia de Roma se postularán en contra de la opresión de la que son víctima las personas LGBT, y si harán una llamada a una iglesia que defienda la dignidad total y humanidad de cada persona”. Así, Murray explica cómo GLAAD “ayuda a las familias LGBT en su peregrinaje a Philadelphia, con el objetivo de asegurarse que son visibles en medio de toda la charla acerca del matrimonio y la familia desde un punto de vista católico”. Por otro lado, GLAAD ha publicado una guía para periodistas para “una ‘correcta’ información sobre la visita del Papa y la comunidad católica LGBTI (Gay Lesbo Trans Bisexual Intersexual -sin sexo conocido o aceptado-). Quieren así “ayudar” a los profesionales de la información para que hagan su trabajo bien, partiendo, puede parecer, de la creencia de que sus opciones sexuales les dan autoridad profesional por encima de periodistas homosexuales que pueden no “entender”. Ofensivo sería también el término “homosexual”, hay que usar el término “gay” o “mujer lesbiana”, entrando así en una jerga propia, y en postulados de la llamada ideología de género. Igualmente, ofensiva sería la expresión “estilo de vida gay” o “estilo de vida homosexual”. Así, deberá usarse la frase “vida de las personas gay” o “vida de la persona homosexual”, con un claro esfuerzo en que no se distinga un estilo de vida de otro contrario que le es contrario. Alegan que debe hacerse esto para evitar ver la condición de homosexual como una opción, cuando es, dicen, y están en lo cierto, una orientación. Sin embargo, la ideología de género propiciada por la comunidad LGBTI, tildando con acierto de difamatorias las palabras “desviado”, “enfermo”, “destructivo” y “pervertido”, considera igualmente difamatorias palabras “inmoral” y “pecado”: “la idea de que ser LGBTI es inmoral también se está desvaneciendo, aunque algunas denominaciones, incluyendo las enseñanzas oficiales católicas, todavía consideran que tener una pareja del mismo sexo como algo pecaminoso. La mayoría de los católicos rechazan esta enseñanza. Palabras como estas se deben evitar en las historias sobre la comunidad gay. Si deben ser utilizadas deben ser citadas directamente de una manera que revele claramente el sesgo de la persona que está siendo citada”. Mezclan, se diría, verdades con manipulación, pues no es lo mismo tildar la relación homosexual como inmoral, que concluir que el sexo es pecaminoso. Otra expresión que depurar sería “derechos especiales”, que debe ser cambiada por “los mismos derechos”, “derechos equitativos” e “igualdad de derechos”, dando por sentado, se puede entender, que lo que propugnan debía ya haberse reconocido como derecho hace mucho tiempo. El segundo mandamiento de la ley de Dios en clave de genitalidad. Una mentira terminológica “Es a través del compartir las historias personales”, discurre el panfleto, “que se fomenta la aceptación mutua. El cambio es lento pero la aceptación a nivel personal puede llevar a grandes cambios, incluso en una institución como la iglesia católica romana. (…) Contrariamente a la creencia popular, el corazón de la iglesia católica no son los obispos, cardenales, ni tan siquiera el papa. El corazón de la iglesia católica es el pueblo de Dios, que vive sus vidas cada día. Actúan poniendo en práctica su fe, amando al prójimo como a sí mismos”. De la verdad al mito El documento presenta los siguientes datos como científicos: “el 76 % de los católicos americanos creen que las parejas del mismo sexo deben ser aceptadas por la sociedad (…). El 73 % de los católicos estarían de acuerdo, continua el panfleto, con legislar en contra de la discriminación laboral de las parejas del mismo sexo (…). Otro 76 % estaría de acuerdo con que el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica debería aprobar leyes para proteger a las personas “transgénero” de la discriminación laboral”. La utilización de la palabra aceptar es tramposa, pues mientras la caridad cristiana manda aceptar al prójimo, es ajeno a la lógica creer que es lo mismo aceptar a la persona que a sus creencias. También, parece simplemente un ejercicio de humanidad y caridad cristiana legislar en contra de la discriminación laboral de cualquier persona; igualmente cristiano es aprobar leyes para proteger a todas las personas, y en contra de la discriminación de cualquier forma. Pero parecería que dar privilegios a las personas por su orientación sexual, por su raza, o por su religión, es injusto, como es injusto discriminarlos por las mismas razones. Teología del homosexualismo Prosigue el documento con una teología del homosexualismo, arguyendo que “como no existía el concepto del matrimonio homosexual cuando la Biblia fue escrita, la Biblia no trata, y no puede tratar, la pecaminosidad de los actos homosexuales cometidos dentro del contexto de un matrimonio homosexual (…) Por lo tanto, los cristianos no tienen base bíblica para condenar tales. De hecho, al negarle la igualdad matrimonial a los homosexuales, los cristianos están empujando a las parejas homosexuales a pecar, porque su intimidad debe ocurrir fuera del matrimonio, y es entonces, por definición bíblica, pecado”. No se habla sin embargo de los otros 1.200 millones de musulmanes y judíos que comparten el libro de la revelación y creen en la tradición escriturística, que compartirían también la visión de la homosexualidad con la iglesia católica. Tres obispos y un Nuncio Apostólico aclaran sus posiciones En el marco del encuentro de la RNA (Religion Newswriters Association) en Filadelfia (26 a 30 de agosto 2015) he tenido la ocasión de formular personalmente a algunos prelados americanos y a monseñor Auza, nuncio de la ONU, algunas preguntas entorno a esta cuestión. Así, el arzobispo de Louisville y presidente de los Obispos católicos de los Estados Unidos de Norteamérica, monseñor Joseph Kurtz, es de la opinión de que “todos tenemos que estar atentos a la hora de comprender la manera en que el evangelio es recibido por una persona. No es ilegitimo que alguien nos diga lo que piensa a la hora de discernir la mejor manera que el piensa que se debe recibir el evangelio. Y eso es bueno. De hecho, personalmente soy muy propenso a hacer un esfuerzo en la dirección de escuchar siempre a las personas. Así, cuando un grupo u otro nos pide que hagamos ciertas cosas necesitamos escuchar, y eso es la primera”. Le pregunto también si es eso lo que hace el Papa constantemente, y que muchos interpretan como cambio de doctrina, a lo que contesta que “lo segundo que te diría sin embargo es que, por supuesto, no podemos cambiar la proclamación de la verdad. Así, si alguien nos pide que no utilicemos la palabra pecado, cuando hablamos de los evangelios… no es de recibo: Cristo murió por nuestros pecados”. En cuanto a la separación entre Jerarquía y Pueblo Fiel, comenta Kurtz que “esos católicos en los Estados Unidos que tienden a estar muy involucrados y comprometidos con su parroquia, en general, piensan con la Iglesia, y en parte eso es así porque entienden las enseñanzas de la Iglesia. Cuanto más se aleja un católico y queda o permite gradualmente verse desconectado, más se acostumbra a recabar su información de fuentes seculares de información, y esa información normalmente no coincide con la mejor manera de presentar las enseñanzas de la iglesia”. Por su parte, el Nuncio del Papa en la ONU, monseñor Bernardito Auza me responde a la pregunta sobre qué pretenden los que orquestan esta campaña mundial; si es puramente un interés ideológico, o intereses económicos por fomentar un liberalismo consumista; o incluso consecuencia solamente del mal radical, de la presencia del demonio en el mundo que pretende romper la familia y atacar a la mujer: “Lo que te dicen es que es una cosa de derechos humanos y están convencidos de ello y, bueno, no puedo asegurar lo que pasa por sus mentes pero… todo va a parar a la sensibilidad propia de la vida en la ONU: no podemos decirle a alguien: ‘no eres sincero’, o ‘estás mintiendo’; y eso es uno de los retos de estar presentes en ese foro, y esa es una de las razones buenas por las que tenemos que estar allí de manera que podamos explicar, elaborar, dar a conocer nuestras posiciones y nuestra doctrina, como por ejemplo en lo que concierne a la familia y el matrimonio”. Le manifiesto mi sorpresa al constatar que algunas veces muchas de las cosas que se proponen van más allá de lo razonable: “… destruir a la mujer…, la ONU insiste en que la defiende, la promueve y la empodera. Una de las sesiones en las reuniones con los delegados en la ONU de los países miembros es sobre el estatus de la mujer; más en concreto la violencia contra la mujer. La mayoría de los presentes en el debate son mujeres. Y yo me pregunto: ¿quién ha perpetrado esta violencia? ‘Los hombres’, contestan. Entonces, me digo, ¿dónde están los hombres? Pues si ellos son los que tiene que escucharlas, ¿dónde están? Le entretendría a usted asistir a una reunión allí”. Monseñor Chaput, arzobispo de Filadelfia, ciudad anfitriona de la última escala del Papa en EE. UU. y sede del congreso Mundial de las familias, me comenta ante mí misma propuesta que “el corazón del amor está asociado con la verdad; y uno de los grandes privilegios de ser cristiano es la posibilidad de compartir los valores morales cristianos aun cuando la sociedad no los entienda. Debemos estar contentos de recibir a la gente que tiene inclinaciones hacia un estilo de vida sexual determinado porque son hermanos y hermanas nuestros, pero no podemos dejar de llamar esos actos por su nombre”. El obispo Jean Laffitte, secretario de la Pontificio Consejo de la Familia, la organización vaticana responsable del Encuentro Mundial de las Familias comenta que “hay algo que es muy difícil de lograr, y eso es interpretar la intención verdadera, la finalidad de la gente cuando se quiere negar el resultado de la larga historia de experiencia del hombre y la mujer en el mundo. Ahora bien, el resultado está a la vista. Hasta hace unas décadas la unión del hombre y la mujer como esencia del matrimonio no era discutida. Todo el mundo sabía que la familia es la célula fundamental de la sociedad. Y la familia se cuida de la progresiva maduración de los hijos y la consecuente integración de los adultos jóvenes en la sociedad donde tendrán su propio lugar para servir a la sociedad. La unión de Usted con su esposa es buena para la sociedad, es una célula fundamental de la sociedad, y eso es una dimensión que trasciende la subjetividad”, añade. “Si desconectas esa unión afectiva entre dos personas, si olvidas que esta unión debe ser un don, y no solamente una forma más de estar juntos físicamente, has perdido la comprensión de la esencia de la familia. Y don significa la indisolubilidad. Cuando le quitas a alguien lo que les has dado anteriormente durante, por ejemplo, 20 años, ya no es un don, es un préstamo”, concluye. Jordi Picazo, enviado especial Filadelfia |
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