DE MI "DEDICATORIA", EN EL LIBRO Dedico este libro a mi amigo César Viveros, a su amada esposa Ana Guissel Palma Serrano y a sus hijos Maximiliano y Ana Isabel. Mi amistad con César Viveros surgió de repente y se forjó a fuego lento, un encuentro que debo agradecer a Alicia Uribe, periodista latina que me acompañaba en ese momento con el artista elegido para la confección del inmenso mural que conmemoraría la visita del papa Francisco a los Estados Unidos de Norte América en septiembre de 2015. César, amigo mío, ahora ya después de más de 5 años, he sido testigo de tu gloria, fruto de tu labor constante y esforzada. He sido también testigo de tu pasión por tu trabajo, por las personas, por el arte; tienes dentro de tu pecho un corazón ardiente, lleno de amor. Dios ha permitido que la desgracia de una pérdida familiar irreparable te asalte a poco de colgar tu Mural para la historia en la escuela de san Malachías en Filadelfia. Ana contempla desde el cielo lo que estás haciendo, fruto también, como vuestros hijos, del amor. Nunca había llamado yo a nadie hermano. Entre los míos de sangre soy el único varón. A ti César empecé a llamarte hermano, tú a mí también, aunque por ser mejicano de Veracruz en ti es una cosa más habitual. Pero ese llamarte hermano cada vez se me ha hecho más natural; tú diste vida con tu Mural al sueño que para millones de almas americanas fue la visita del papa Francisco, Pope Francis, a Estados Unidos de Norteamérica. Tú regalaste a la ciudad de Philadelphia y al mundo entero un recuerdo de ese gran encuentro. Y tú, paradójicamente, sufriste la pérdida más grande, en tu carne, de tu amada Ana. Yo junto a ti esos días de setiembre de 2015 había encontrado mi pequeño sueño americano, tardíamente tal vez, a mis 53 años, en mi primer viaje a los Estados Unidos de Norteamérica. A ti César Viveros y a ti, Ana Guissel dedico este libro en primer lugar. También, permíteme, César, dedico este libro a la población hispana de Filadelfia y Gran Filadelfia. Dedico esta obra también a nuestro amado papa Francisco, a quien pude regalarle una copia de la fotografía original de su firma, estampada sobre el Mural de César antes de ser “tatuado” sobre la pared de la nueva escuela católica de St. Malachi de la Diócesis de Filadelfia. Quiero asimismo dedicar este relato, y de manera especial, a Anna, que ha creído en mí y sin cuya ayuda yo no hubiera ido a Filadelfia y no habría sido testigo de las vivencias que aquí narro. También dedico este libro al cardenal Saraiva Martins, Prefecto Emérito de las Causas de los Santos en el Vaticano, promotor de las causas de beatificación de los pastorcitos videntes Jacinta y Francisco de Fátima, hoy santos ya. Y al santo que más ha visitado el santuario de Nuestra Señora del Rosario en Fátima, Portugal y que ha influido decisivamente en mi amor a la Virgen, san Josemaría Escrivá, sacerdote español que vivió y murió en Roma y que fundó el Opus Dei. Finalmente, y en esta misma línea dedico este libro también a san Marcelino Champagnat, fundador de los hermanos Maristas en cuyo primer colegio en España me formé y se sembró la semilla de mi amor y confianza en nuestra Madre del Cielo. Y es que la Virgen Madre de Dios tiene mucho que ver en esta historia. Puedes leer más en mi libro recién publicado, primer libro en el mundo sobre el año de la familia Amoris laetitia, disponible en Amazon a precio popular. Accedes a Amazon haciendo clic en este enlace, aquí. |
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