La Paz del cristiano

​Nada debe quitarnos la Paz, pues Cristo, al que le debemos hacer un trono en nuestro corazón es el Príncipe de la Paz. Y digo esto a las horas del acto blasfemo mancillando el Padrenuestro, en el acto de los premios Ciutat de Barcelona, con esta cuña de odio y resentimiento del equipo de la actual alcaldesa Ada Colau. Es evidente, no puede negarse pues de forma impudorosa lo han puesto de manifiesto.

​A los periodistas nos toca mostrar la realidad y ser ojos y oídos del lector, y a los católicos y cristianos en general y hombres de Fe y a todos los de buena voluntad por extensión nos toca oponernos a esos actos de demagogia. Sin embargo, todo ello sin perder la paz, ni causar discordia.

En pleno bombardeo de Londres un alto miembro del ministerio de la guerra de Churchill le preguntó, "Sir Winston, tal vez deberíamos recortar un poco del presupuesto de las Artes y la Cultura porque la guerra está siendo cara y necesitamos dinero". A ello contestó el estratega, no tras dar probablemente una calada más a su cigarro puro que, "entonces, dígame, ¿para qué estamos luchando?"

¿Para qué luchamos, para qué nos ocupamos? ¿Somos cruzados? Parece ser que sí, milites Christi, de Paz y de Amor. Pero si Jesús no encuentra descanso en nuestro corazón me queda mucho que tirar por la ventana pues, cuando todos se olviden de mí, cuando no pueda ni llevarme la comida a la boca sin tirarla, habré fracasado en un activismo inútil que no habrá calado, en un abono que no habrá llegado a las raíces.

​Somos sembradores de Paz y de Alegría, y como el buen deportista, disfrutamos el camino, no solo la meta. Nadie nos va a robar un minuto de Alegría porque nos sentamos a la mesa del Señor cada día, y a veces realmente en la Comunión diaria o regular.

Sin olvidar la batalla de Paz, ya somos vencedores, nos han colgado la medalla antes de llegar, por el Bautismo, no hay que desmerecerla.

¿Pelear?, siempre, sin perder la Alegría ni vender nuestros principios; nos ocupamos, más que preocuparnos porque El es el dueño de la viña y nosotros unos simples trabajadores. Y si mataron al Hijo del dueño (no lo olvidemos, Ese no era un trabajador) qué no harán con nosotros. Todo Alegrías, y a cantar siempre, sin ser tontos, eso no.

¿Próxima meta? Las 24 horas para Jesús de Francisco. Iesu, Iesu, sto semper mihi Iesu!, y Maria, monstra te esse Matrem!